ROTACAJAS





* Helen Guardado, especialista de El Salvador, expone su experiencia dentro del Primer Encuentro Internacional de Salas de Lectura

"La lectura, una herramienta terapéutica ante situaciones
de desastre y marginación"






Nadie apostaba que después de ser víctimas de un terrible terremoto, centenares de niños salvadoreños encontrarían en los libros una herramienta terapéutica. Mucho menos que esa sería la experiencia los acercaría por primera vez a la lectura y los animaría a continuarla.


Tal experiencia fue impulsada por Helen Guardado de del Cid, especialista salvadoreña en fomento de la lectura, quien participa dentro del Primer Encuentro Internacional de Salas de Lectura organizada por la Dirección General de Publicaciones del Conaculta.

En entrevista, quien es miembro fundadora de la Comisión Nacional de Lectura en su país, comparte algunos momentos de este experimento que realizó junto con varios colegas, el cual fue expuesto hoy en el auditorio de la Biblioteca Vasconcelos con el título El Programa Rotacajas de Lectura de la OEI: el poder de la lectura ante situaciones difíciles.

Guardado explica que el interés de explotar el poder de la lectura sobre personas que han vivido desastre naturales, nace tras el terremoto que vivió su país en 2001: “Varios promotores nos dimos a la tarea de buscar a las víctimas, especialmente niños, para tratar de ayudarlos a sanar emocionalmente. Pensamos que los libros eran las herramientas idóneas”.

Quien fuera directora de la Biblioteca Nacional de El Salvador entre 1984 y 1989 confiesa que en un principio su equipo de trabajo no imaginó los alcances que tendría su proyecto; sin embargo, durante el proceso descubrieron que la lectura contribuía a tranquilizar su estado mental.

“Vimos que el poder de los libros no sólo es entretenerlos o hacerlos soñar, sino que también puede tranquilizarlos. En el caso específico de nuestros mil niños salvadoreños que reunimos, los hicimos olvidar las secuelas del terremoto. No olvidemos que sus familias vivían en la montaña y los llevaron a un albergue, un cambio que es terrible para cualquiera, así que necesitábamos una herramienta eficaz. La lectura lo fue, les devolvió las ganas de reír, gozar”.

-¿Con esta experiencia quieren decir que el libro no sólo debe ser visto como un objeto didáctico?

“Por supuesto. El libro sirve para muchas cosas. En nuestro caso, nos sirvió como un objeto de terapia que ayudó a gente en situaciones difíciles a estar más relajada, a encontrar la paz y la autoestima perdida”.

La consultora en las áreas de libros, lectura y bibliotecas para la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) aclara que evidentemente no toda la oferta literaria sirve para alcanzar los objetivos planteados por este proyecto salvadoreño:

“Se tiene que planear muy bien una colección que nos ayude a esta terapia literaria. Tenemos que elegir títulos de calidad y con un contenido que genere mucho placer. Para nuestros niños elegimos volúmenes con ilustraciones, de tal manera que borraran de su mente las escenas de desastre”.

-¿Y la reacción de los padres es la misma que la de los infantes?

“Es un punto muy interesante. Por un lado, los papás se tranquilizaban viendo a sus hijos en paz. Por el otro, hubo aquellos que por primera vez tenían libros en sus manos y decidieron llevarse algunos a sus casas, para continuar el fomento a la lectura”.

La gran satisfacción de Guardado y sus colegas es que para todos los niños del albergue y sus padres, era la primera vez que tenía acercamiento a los libros: “Se trataba de un sector que no había tenido acceso a estas herramientas literarias. Al principio los veían como juguetes, pero con el paso del tiempo, surgió el interés por seguir la lectura”.

Además de en El Salvador, este proyecto se ha aplicado en Nicaragua y Honduras, pero ya no en poblaciones que han sufrido desastres naturales, sino en comunidades rurales. No obstante la diferencia de los panoramas, los involucrados han comprobado una vez más el poder de la lectura como herramienta terapéutica.

“Es gente que muestra disponibilidad de acercarse a los libros a pesar de que no tienen acceso a ellos. Aunque su situación económica no es holgada, son gente muy receptiva que termina encantada con la experiencia de la lectura, lo que comprueba que nada tiene que ver la condición de la población. Basta llevárselos a sus comunidades, pues hay muchos que ni los conocen”.

GJB




FUENTE: http://www.conaculta.gob.mx



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