Librología: Los bestiarios medievales

Desde tiempos inmemoriales, el mundo animal ha intrigado y maravillado al hombre. Podemos encontrar su presencia en textos que van de las fábulas de Esopo en el siglo VI a. C. hasta Rebelión en la granja (1945), de George Orwell, pasando por enciclopedias y cuentos infantiles ilustrados. En la Edad Media, los bestiarios fueron un género popular, que hablaba de la singular naturaleza de los animales, combinando leones y elefantes con dragones y sirenas.

Quién no tuvo en sus manos de niño un libro que hablara de animales. Ya fuera una revista de cuentos, un libro álbum como los de Satoshi Kitamura o Anthony Browne o una enciclopedia para niños Time Life (con las reconocibles caricaturas de un chico pelucón vestido de corto y un profesor de bigote gris y bata blanca a cargo de los datos freaks). O un antiguo diccionario ilustrado del siglo pasado, robado del estante de la casa de un abuelo, con detallados y hermosos grabados zoológicos de bestias, insectos o plantas.

Esta última tradición dialoga con los diarios de viaje y las compilaciones de dibujos de flora y fauna realizados por diversos científicos naturalistas del siglo XIX, como Charles Darwin. También dialoga con las colecciones e índices de animales, los herbarios, aviarios e insectarios que surgen a mediados del siglo XVII de la mano de la imprenta de tipos móviles, ilustrados mediante xilografías. Aquí se representan las características biológicas internas y externas del animal, con el ánimo de dar cuenta de su funcionamiento como organismo vivo en sí mismo y en relación con su entorno. Sin embargo, antes de que la revolución científica tocara las puertas del siglo XVIII, los retratos y compendios de animales eran muy diferentes.


Libros de bestias

Escritos a mano por el amanuense e ilustrados por el iluminista o miniaturista de una orden monacal, los Bestiarios o “libros de bestias” son códices manuscritos que compilan diversos tipos de textos, desde narraciones hasta descripciones etimológicas, en torno a un inventario de animales reales y fantásticos.

Se trata de libros de gran tamaño y valor, ya que en su confección se utilizaban materiales de alta calidad: tintas caligráficas, pinturas doradas y azules, papeles de lino, algodón o vitela hechos a mano, y resistentes encuadernaciones en cuero.Tal es el caso del Aberdeen Bestiary, escrito e iluminado en la Inglaterra del 1200 y uno de los más ricos de su clase. Posee una alta presencia de dorado en ilustraciones y letras capitulares, al igual que un detallado trabajo de reglado y espaciado para el posicionamiento propicio del cuadro de texto en la página. Era inevitable, sin embargo, que en el proceso de su creación se produjeran errores tales como la superposición de imagen y texto o la presencia de espacios en blanco dejados por la falta de títulos o subtítulos.

Al igual que el Aberdeen Bestiary, los bestiarios en general surgen en la Inglaterra del siglo XII como la síntesis de diversas fuentes latinas y griegas que estudian y sistematizan el tópico de los animales. La gran mayoría se escribe en latín, aunque es posible encontrar manuscritos en lenguas vernáculas como el inglés y el francés. Actualmente se conservan sobre 150 ejemplares de bestiarios medievales resguardados en bibliotecas de numerosas universidades, como la Bodleian Library de la Universidad de Oxford.

A pesar de tener un sinnúmero de fuentes, entre ellos la Historia naturalis de Plinio el viejo o el De partibus animalium de Aristóteles, los dos antecedentes principales del Bestiario latino son el Physiologus y la Etymologiae. El primero, un tratado anónimo escrito originalmente en griego el siglo II d. C en Alejandría y traducido al latín durante el siglo IV, es una colección de más menos cincuenta animales, pájaros e incluso rocas, casi todos nativos del norte de África, donde se interpreta y se les da sentido a sus formas, acciones y costumbres a la luz del dogma cristiano. Cada animal es descrito con características tanto reales como simplemente verosímiles o sin asidero referencial, y a estas se les asigna un sentido moralizante bajo el tamiz de la exégesis. Por ejemplo, el elefante es concebido como una criatura sin apetito sexual que tiene coito únicamente con la finalidad de procrear y solo siente deseo una vez que ha comido de la raíz de la mandrágora, es, entonces, una alegoría de la castidad marital cristiana. Su gran enemigo, -como lo ilustra la imagen de abajo- es el dragón y contra él debe montar guardia a la hora del parto de la hembra elefante. ¡Una descripción que hoy no nos imaginamos en ningún libro de historia natural!

La Etymologiae, por otro lado, escrita por Isidoro de Sevilla en el siglo VII, es una enciclopedia donde se explicaba la naturaleza de los animales a partir de un análisis etimológico de sus nombres, elaborando intrincadas y creativas definiciones gracias a un sinfín de coincidencias. Estas, muchas veces, resultaban precipitadas y forzadas relaciones entre los nombres de los animales y sus hábitos. ¡Explica que los lirones deben su nombre latino glis al hecho de que se hinchan (gliscere en latín) cuando hibernan durante el invierno!


La necesidad de la Imaginación

Los bestiarios son mucho más que una mera síntesis del Physiologus y la Etymologiae, aunque sin duda toman prestado tanto de uno como del otro. Al igual que sus fuentes, se trata de textos bipartitos: de un lado se encuentra la imagen o iluminación y del otro el texto o la definición.

Los dibujos de las bestias están lejos de parecerse a los animales que hoy encontramos en nuestros libros, zoológicos, bosques y en la vida cotidiana en general, principalmente porque los iluministas ingleses encargados de retratarlos nunca habían visto un elefante, un cocodrilo, una cebra, un fénix, un dragón o un unicornio en vivo y en directo, todos animales africanos o fantásticos extraídos de textos griegos y latinos.

Por lo mismo debían basarse en las descripciones de otros libros y confiar a pies juntillas en la auctoritas o autoridades literarias antiguas para llevar a cabo sus representaciones. Según Debra Hassig, en su libro Medieval Bestiaries: Text, Image, Ideology (1995), es posible distinguir varios tipos de imágenes dentro de los bestiarios. Al menos dos de ellas son: el retrato, que muestra a uno o más animales del mismo tipo en un fondo neutro, como la iluminación del pelícano extraída del Aberdeen Bestiary —en general este tipo de imágenes tiene una finalidad decorativa más que simbólica— y la imagen narrativa, aquella que cuenta una historia o ilustra la escena narrada en el texto que la acompaña, como el tigre.

Luego están las definiciones, cuyo contenido consiste en una descripción zoológica, muchas veces alusiva a la Etymologiae de Isidoro de Sevilla u otras autoridades literarias antiguas o contemporáneas, seguida de una interpretación alegórica de los caracteres del animal. Anoto una que me encanta porque es uno de mis animales favoritos y acá es retratado como un ser vil y sombrío: “Isidore dice del búho: ‘El nombre búho, bubo, se forma del sonido que este hace. Es un pájaro que se lo asocia con la muerte, pesado por su plumaje, pero siempre cargando el peso de su pereza. Vive día y noche alrededor de lugares de entierro y siempre se lo encuentra en cuevas‘. Es clasificado como una criatura sucia en Leviticus y como consecuencia el búho representa cualquier tipo de pecador (…) Cuando otros pájaros ven al búho, lo señalan con fuertes gritos y asaltos. De la misma manera, si un pecador se acerca a la luz, se transforma en objeto de burla por parte de los virtuosos. Y si se lo sorprende en el acto de pecar, sus orejas son llenadas de reproche del mismo modo que los pájaros sacan las plumas del búho y lo atacan con sus picos.”

La lectura de estos textos debe ser siempre en clave didáctico-moral y no como enciclopedias que representan con cientificidad y objetividad decimonónica el mundo que nos rodea, ya que durante la época del florecimiento de estos códices, la naturaleza no es sino un libro escrito por Dios donde animales, vegetales y sus particularidades son signos de la obra y palabra divina.

Es así como los bestiarios, agrupados no en orden alfabético sino por familias y tópicos, ponen al mismo nivel a animales reales e imaginarios. Por un lado tenemos al león, rey de la selva y signo de la templanza, y a su costado, al ave fénix, símbolo irrefutable de la resurrección de Cristo. Ambos comparten el mismo espacio dentro del manuscrito, una descripción que muestra tanto sus características físicas como alegóricas y sus iluminaciones no difieren mayormente la una de la otra. ¡No hay nada que nos indique que un animal existe y el otro no!

Muchos autores se han preguntado precisamente por esta distinción. ¿Era que el hombre medieval creía verdaderamente en la existencia de este tipo de animales o que aceptaba su presencia en bestiarios y otras expresiones artísticas con la naturalidad con la que se acepta el mito? Es probable que -si bien algunos efectivamente creyeran en la existencia de dragones y unicornios (como hoy hay quienes creen en Pie Grande o los reptilianos)- hubieran otros que los aceptaran como creaciones imaginadas. La dificultad se presentaba, no obstante, cuando dichas bestias aparecían explícitamente en las Sagradas Escrituras, porque, si la palabra de Dios es divina y verdadera ¿no debiesen entonces existir cada una de sus creaciones?

Es, en cualquier caso, irrelevante para lectores y compiladores de estos manuscritos que los animales formaran o no parte del mundo real, ya que su principal función no era la de exhibir sino la de alegorizar.


Para saber más

Hoy podemos encontrar un gran número de bestiarios íntegros o en extractos disponibles en la web. Para aquellos a quienes les interese seguir profundizando el tema, les recomiendo que visiten:

  1. The Medieval Bestiary, un proyecto muy completo del académico de la Universidad de Columbia, David Badke, donde encontrarán ordenados alfabéticamente las descripciones e iluminaciones de muchísimos animales del medioevo. 
  2. La página e-codices, proyecto de digitalización de manuscritos suizos, donde es posible encontrar al menos dos bestiarios completos en latín, francés y alemán. 
  3. Medieval Animal Data-Network es un blog más amplio destinado a la discusión académica y no académica en torno a la interacción humano-animal en diversos ámbitos de la vida socio-cultural medieval y moderna. 
Además, tumblrs y blogs como Medievalist.net, Discarding Images y The Manuscript Book in the West, que están constantemente subiendo imágenes de libros manuscritos y códices relacionados con la tradición del bestiario.


Estas herramientas permiten acercar un mundo y una forma de leer los libros y la naturaleza que puede parecernos distante pero no por eso menos bella. Después de todo, el encanto contemporáneo que despiertan los bestiarios está, justamente, en que son capaces de borrar ese preciso (o a veces inexacto) límite entre lo real y lo imaginado.





FUENTE: http://www.fundacionlafuente.cl/

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