Literatura para qué

Manuel Tejada.

No creo que exista una literatura o una subliteratura. Hay múltiples lectores, eso sí. Hay muchas maneras en que también, cada uno de ellos —los lectores— conciben lo literario según las necesidades propias.

La literatura salva, pero también condena; adula, pero también critica; humaniza, pero también desata pasiones innombrables.

No creo tampoco que haya una literatura dual: por una lado aquella que sólo atiende al fondo; por el otro, aquella que sólo atiende a las formas. Insisto que todo es cuestión de lo que habita en el lector. De su posición frente el mundo depende la función que encuentre en la literatura.

Después de todo, una novela, un cuento, un poema, un ensayo se deben a sí mismos; ya ni siquiera el autor tiene injerencia desde el momento en que su texto es socializado, es lanzado dentro de una botella al mar de los lectores posibles.

¿Cuál es nuestra posición frente al mundo? Me pregunto si habrá un médico en nuestra sociedad que realice cirugías sólo por el gusto de ver cómo el bisturí va dividiendo con su agudo filo la piel de algún incauto.

Un cirujano cuya satisfacción radique en abrir los cuerpos para sostener los órganos con las manos —el hígado tal vez— y saborear con el tacto de sus pulgares aquella rugosa consistencia, al mismo tiempo que contempla (sin duda un acto de inusitada belleza) cómo el tejido hepático se ve envuelto en una racha de leves temblores.


En el momento de las decisiones, un doctor a final de cuentas, elige su profesión (como muchos) en la medida que asume su papel en el mundo. ¿Cuál es este rol por el cual tendrá que dedicar más de diez años de estudio y prácticas?: salvar vidas.



Estudiar Medicina, entonces, significa adquirir las herramientas y conocimientos necesarios para desempeñar una labor que requiere por sobre todas las cosas exactitud. No hay rodeos ni otras intenciones.

Quien se dedica a la literatura asume del mismo modo un rol. El meollo del asunto, entonces, sería encontrar cuál es la función de la literatura en nuestro tiempo. Suponer que existan doctores que sólo operen por el sólo disfrute de mirar y sentir la calidez interior de los cuerpos resulta inconcebible. Del mismo modo, pensar en la literatura como un mero objeto de apreciación, la condenaría a ser un apéndice de la sociedad. En lo personal creo que la literatura no tendría sentido sin la preocupación por el otro.

Es ancestral aquella discusión sobre el fondo y la forma en la escritura, es decir, entre lo que se dice y cómo se dice. Lo cierto es que la literatura no se conforma como tal si ninguna de las dos partes logran compenetrarse para ofrecer un texto rico en textura, sabor, peso y volumen. Esa es la labor de un escritor, hermanar ambas partes, y las grandes obras literarias así lo confirman.

Cosa distinta es lo que busca un lector, ese sí, avocado a satisfacer múltiples necesidades. Habrán algunos que prefieran los contenidos por encima de la forma en que se encuentra escritos; otros tal vez sólo buscan una buena historia para leer y quizás algunos más lean para obtener un placer que no pueden explicar.

El sábado antes de las elecciones, por ejemplo, en un taller mecánico me robaron un libro que recién había adquirido. Cuando me di cuenta al día siguiente sentí un poco de confusión. Por un lado, la molestia por el robo (no lo había leído); pero por otro, sentí una extraña alegría porque después de todo era un libro y de poesía.

En verdad espero que el hampón literario haya leído algunas hojas antes de haberlo canjeado por un par de cigarros. Aunque existe la posibilidad de que haya sido un lector que en su avidez llegó al extremo del hurto. Como sea, el lector también toma una postura ante el mundo al momento de abrir un libro... o de robarlo.



http://www.poresto.net
10-julio-2009






eccetexas@gmail.com

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