El punto máximo de placer *

Diario Por Esto! jueves, 05 de junio de 2008

Por Verónica García Rodríguez®

Actualmente se ha puesto de moda el promover la lectura a través de mensajes en radio, televisión y prensa, programas escolares, lecturas públicas, festivales de lectura, salas de lectura, pero cuando anuncian las cifras de lectores en el país parece que todos los recursos económicos y humanos resultan ser en vano.

¿Cuántos de los involucrados directa o indirectamente en estos eventos termina yendo a su casa para leer un libro? Esto es muy frecuente en las presentaciones de libros y revistas literarias, por citar sólo un ejemplo, en las que habríamos de preguntarnos cuántos de los asistentes compran un ejemplar del libro presentado y cuántos más lo leen.

Entonces, ¿qué está pasando con los procesos de fomento a la lectura? Pienso que la respuesta está en nosotros mismos como lectores, en nuestros procesos de interrelación con el libro. De principio, un promotor de lectura es una persona que mantiene una relación más allá del enamoramiento con el acto mismo de leer, y como tal, sabe que la lectura es una experiencia individual basada en el gozo y el placer de sentir y de pensar.

No leáis para contradecir o impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o disertación, sino para sopesar y reflexionar” (Bloom, 2000)

Leemos para fortalecer nuestra personalidad para saber, sin quererlo, quiénes somos y cuáles son nuestros auténticos intereses. Este proceso de aprendizaje nos hace sentir placer, y sin duda, los placeres de la lectura son más egoístas que sociales.

Lo preocupante y realmente triste es que muchos de nosotros leemos por motivos profesionales y sociales en los que sólo raras veces revivimos el placer de leer que sentimos en la adolescencia. La manera en que leemos hoy depende en gran medida de la distancia interior o exterior que tenemos con los criterios académicos.

Aunque parezca raro, en muchas partes hay personas que practican la lectura personal: hombres, mujeres, trabajadores, amas de casa, jóvenes y viejos. Y esos son los verdaderos lectores, los que leen por sí mismos y no por intereses que, supuestamente, trascienden la propia personalidad.

Para ampliar un poco más sobre este proceso quiero referirme a Harold Bloom quien plantea cuatro principios para una renovación de la lectura. Principios basados en la actitud, que todo aquel lector que tenga la intención de promover la formación de lectores debe tener en cuenta.

Límpiate la mente de tópicos
¿“Si leo, seré sabio” o “ratón de biblioteca”? “Mientras más libros, más inteligente”, “la lectura es el alimento del alma”, “con un libro viajo a todas partes”, “un libro mi mejor amigo”, “debo escoger lo que leo”; “no a la literatura chatarra”, “la lectura es elitista”, ¿escribir en las páginas de un libro? ¡Nunca! Y comer, tomar té, café o escuchar música mientras leo ¡Jamás!
Tópicos, clichés, que se interponen en nuestra relación personal con la lectura. Nos prejuician y perdemos la espontaneidad del interés. La verdadera y honesta motivación.

No trates de mejorar a tu vecino ni a tu ciudad con lo que lees ni por el modo en que lo lees.
El desarrollo personal y el fortalecimiento de la identidad son ya proyectos bastante arduos para la mente y el espíritu de cada ser humano: “No hay una ética de la lectura. Hasta que ha purgado su ignorancia primordial, la mente no debería salir de su casa; las excursiones prematuras al activismo tienen su encanto, pero consumen tiempo, que forzosamente se restará de la lectura” (Bloom, 2000).

Muchas veces cuando elegimos un libro para compartirlo con alguien, lo hacemos basándonos en las necesidades que suponemos tiene nuestro interlocutor con el fin de mejorar su vida, más que por compartir el disfrute y el placer que sentimos al leer ese libro. Un placer que sólo puede reproducirse a través de la experiencia individual.

De esta manera, imponemos inconscientemente una clasificación de los libros que intentamos compartir. Eliminamos el derecho fundamental del lector: La libertad.

Cito nuevamente a H. Bloom: “El intelectual es una vela que iluminará la voluntad y los anhelos de todos los hombres. No hay que temer que la libertad que proporciona el desarrollo como lector sea egoísta.

Porque si uno llega a ser realmente un lector, la respuesta a su labor se reflejará como iluminación en los demás”.

Para leer bien hay que ser inventor
La imaginación, la memoria, el diccionario y cierto sentido de la forma artística son elementos fundamentales para leer, según Vladimir Navokov. Sin embargo, la creatividad, el acto mismo de crear, es el punto de enlace entre lector y autor. Es ahí donde comparten el momento de la creación y donde se gesta el principio del placer literario.

Hay que recuperar la ironía.
Esa sutil manera de reírnos de nosotros mismos, de disfrutar la crítica. Por un lado, y gracias a la sacralización del libro, tenemos adultos que nos tomamos muy en serio la acción de leer. Leer es una actividad intelectual y por lo tanto, seria; tan seria que dejamos pasar por alto momentos placenteros y divertidos. Por otro lado, estamos tan minados de la seudocrítica y de un humor vulgar y falto de creatividad que cada vez reconocemos menos la ironía cuando la vemos. Como algunos jóvenes que les es imposible sonreír después de leer “La ley de Herodes” de Ibargüengoitia, por citar un ejemplo. Estamos perdiendo la capacidad de asombro, la creatividad y la ironía, y con ellas, una forma de disfrutar.

En este mismo sentido, hablando de procesos de fomento a la lectura, también vale la pena revisar el significado de las palabras: proceso, fomento y lectura. Pero dejaré el concepto de lectura para otra ocasión, porque no se trata de entrar en polémica y sí de compartir ideas. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua: Proceso es el conjunto de las fases sucesivas de un fenómeno natural o de una operación artificial, y fomento significa calor y abrigo que se suministra a una cosa; fomentar, según el mismo diccionario, es sinónimo de calentar, excitar, impulsar.

Por tanto, de acuerdo a estas definiciones, podemos decir que los procesos de fomento a la lectura son un conjunto de fases que calientan, impulsan y excitan al individuo para llegar al punto máximo del placer que es la lectura. Entonces, tal vez quedaría pendiente un segundo artículo a cerca del erotismo de la lectura, pero por lo pronto, concluyo que para promover la lectura, hay que fomentar para el placer y ejercer la libertad. “Sólo se puede leer para iluminarse a uno mismo: no es posible encender la vela que lumine a nadie más”. (Bloom, 2000)

Referencias:
Bloom, H. (2000) Cómo leer y por qué. Barcelona: Anagrama.
Nabokov, V. (1997) Curso de Literatura Europea. Barcelona: Ediciones B, S. A., P. p. 26
Pencac, D. (2002) Como una novela. Barcelona: Anagrama
Diccionario de la Lengua Española, vigésimo segunda edición, consultada el 4 de junio de2008 en http://www.rae.es/rae.html

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* Ponencia presentada en el Encuentro Regional de Promotores de Lectura. Procesos de fomento a la lectura Chiapas 2005.

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