
® Por María José S. Mayo
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Muy atentos a todo esto han surgido propuestas interesantes. Una de ellas la de la empresa Vending Books, que ha instalado en varias estaciones de cercanías de Madrid algunas de sus máquinas expendedoras de libros. Paco Valtierra, propietario de la empresa, nos cuenta que lo que más se vende es, sin duda, el humor, la autoayuda sexual –tema favorecido por el anonimato del comprador que preserva la máquina-, cosas de Pablo Motos, y, por supuesto, best-sellers como El niño del pijama de rayas. Entre sus hits el precio bajo es el que manda, por eso los tres euros fueron realmente tentadores en el caso de Adelgaza mientras duermes y un cuento bilingüe de Carmen Posadas, El mercader de los sueños.
“A pesar de que es un negocio, intentamos incluir, por ejemplo, novela romántica o negra, porque aunque su venta es menor, es cierto que tiene su público”, dice Valtierra. Igualmente han dedicado su pequeña parcela a algún clásico como El guardián entre el centeno o Romeo y Julieta, escogiendo siempre muy bien las ediciones y sus portadas, ya que “es una venta por impulso”. Eso sí, da por hecho que sus beneficios nunca serán los de las máquinas de comida y bebida.
Relatos para trayectos cortos
La progresiva asunción de los transportes públicos como salas de lectura improvisadas ha llevado a que incluso muchos libros se conciban para tal propósito. Uno de los más exitosos y con una cuidada selección de relatos es Cuentos breves para leer en el bus (Belaqva), en el que se incluía a grandes autores clásicos como Poe, Chéjov o Kafka, y que tuvo su continuación en Cuentos breves para seguir leyendo en el bus. Otra aportación es la de Cuentos breves para ir y venir (Punto de lectura), más centrado en autores hispanos como Cortázar, Monterroso o Pérez-Reverte.
Otro buen indicador de esta tendencia es la presencia en metros (como el de Madrid) de pequeñas bibliotecas: los Bibliometros. Con un promedio de 1.000 lectores por mes, su pequeño y seleccionado catálogo está desde luego muy influido por las listas de ventas. Entre los más prestados se encuentran La soledad de los números primos, o El lector, recuperado con ayuda de la película de Kate Winslet. Arturo Pérez-Reverte sigue siendo un valor seguro, mientras que el mencionado El curioso incidente del perro, todavía sigue dando qué hablar.
Por todas estas razones hay que reconocer que darse una vuelta por los metros y autobuses de las grandes ciudades se ha convertido en una buena manera de saber lo que se lee en nuestro país. Y si bien la cosa no suele salir de sota, caballo y rey, hay veces que resulta de lo más edificante descubrir a alguien ensimismado en ese libro que en su día te cautivó y que no es tan conocido. Buen ejercicio éste de leer en el bus. Buena cosa, en definitiva, lo de hacer un doble viaje.
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