El papel indestructible: algunos apuntes sobre el futuro del libro electrónico

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A pesar de la creencia de que la era digital acabaría con el papel, o al menos haría disminuir su consumo, lo cierto es que la necesidad de papel crece de manera continua. No sólo en el uso general, como la fabricación de servilletas, embalajes, bolsas o papel higiénico, sino a la hora de plasmar textos: cuadernos, papel para impresora y libros.

El impacto de la producción de papel sobre los bosques es enorme, ya que aproximadamente el 40 % de los 1500 millones de m3 de madera que se extraen anualmente con motivos comerciales en el mundo se utiliza en la producción de papel. Un consumo desaforado que, incluso, según determinados expertos, es una causa importante del cambio climático.

En el mundo se consumen cerca de 320 toneladas de papel y cartón según la Federación de Industrias Forestales Finlandesas, de las que un 90% se concentra en Norte América, Oeste de Europa y Asia.

El consumo de papel para impresión y escritura creció por encima del 10% entre los años 1980 y 2000. Asimismo, el 30% del papel que consumimos actualmente corresponde a usos que hace 10 años no existían. Un oficinista utiliza de media 10.000 hojas de papel cada año.




Y es que, al igual que tenemos la sensación psicológica de que un libro impreso es mejor que un libro electrónico, también existe esa asociación entre un documento impreso y un documento en una pantalla. Lo cual resulta paradójico: el papel es mucho más fácil de destruir, de perder, de quemarse, de ser devorado, etc.

El papel es un soporte endeble, pero necesitamos leer en papel. Y es que la costumbre es poderosa y difícilmente alterable.

La implantación del libro electrónico, al menos en esta primera oleada, posiblemente no reducirá sustancialmente el consumo de papel en la confección de libros. Sin embargo, pronto empezarán a llegar las nuevas generaciones de libros electrónicos. Libros que en todas sus características parecerán libros tradicionales. Libros con cubiertas, con hojas de papel, incluso con olor a libro.

Pero serán libros que estarán en blanco.

En realidad no serán libros sino dispositivos que imitarán a los libros y que, entre las hojas de aparente celulosa, contendrán tinta electrónica que se polarizará para escribir el libro que nos apetezca. En un único tomo de hojas blancas, pues, aparecerá el libro que queramos pulsando una simple tecla. Y cuando nos cansemos de su lectura, el libro volverá a estar en blanco, esperando que carguemos otro libro en su memoria.

Toda esta tecnología está en ciernes. Sólo existen algunos prototipos. Pero no tardará en llegar y, tal vez, suplantar por fin el consumo de papel.

Porque el papel que nos espera ya no será el papel que ahora conocemos. Lars Bergland, del Instituto Real de Tecnología de Suecia, acaba de fabricar un papel con una resistencia similar al hierro, por ejemplo. Este nuevo material identificado como nanopapel de celulosa está hecho de partículas microscópicas de celulosa.

Por su parte, investigadores del MIT han desarrollado un papel a base de nanocables cubiertos con vapor de siloxane, que repele el agua y puede estar meses en mantos acuíferos absorbiendo 20 veces su peso en petróleo.

Las cosas cambiarán pronto (esperemos). La dependencia hacia el papel será menos. El romanticismo cambiará de polaridad y nos entregaremos al éxtasis con libros de papel eterno e indestructible, a libros que habrían sobrevivido tan panchos a aquella novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451 (la temperatura a la que arde el papel tradicional), y a todos los movimientos bibliocastas de la historia de la humanidad.




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