Los proyectos se mantienen; "no habrá eslogan pero sí trabajo":
Vicente Herrasti
Afirma el director de Publicaciones del CNCA que en el sexenio pasado bajó "sensiblemente" la promoción del catálogo propio
Se estudia plan para impulsar y profesionalizar librerías.
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
Ampliar la imagen Mientras el mundo celebra al libro y la lectura, la que iba a ser nuestra principal biblioteca, la Vasconcelos, se mantiene cerrada, en reparación, sin planes cercanos para ser abierta Foto: Cristina Rodríguez
Hacia un país de lectores desaparece. El lema que durante cuatro años promovió el ambicioso programa de promoción de la lectura y el libro de la administración del entonces presidente Vicente Fox no se utilizará en los trabajos que al respecto se realizarán desde el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), por conducto de la Dirección General de Publicaciones (DGP).
Uno de los lineamientos que estableció Sergio Vela, el nuevo titular del CNCA, "fue evitar estas etiquetas que en el pasado funcionaron como motivo de dirección de los programas. En este caso no vamos a tener una etiqueta como Hacia un país de lectores sino que vamos a actuar sin ningún tipo de denominadores. Nuestra pretensión es llegar a un impacto real y mucho mayor en los programas de fomento a la lectura y promoción editorial", dijo en entrevista el director general de publicaciones, Vicente Herrasti, en el cargo desde febrero pasado.
El escritor y ensayista subrayó: "no habrá eslogan, pero sí trabajo. Los programas que integraban Hacia un país de lectores no sólo se mantienen sino que estamos analizando nuevas formas de promoción. No vamos a tener un lema porque nos sirve para muy poco si se pone uno a considerarlo a mediano y largo plazos".
Sin embargo, aclaró, aunque permanezcan líneas como la participación en ferias de libro, creación de salas de lectura, programas de radio, publicaciones y coediciones, entre otras, no significa que se mantengan inmóviles, y aun cuando no se cuenta con un balance detallado de lo que se hizo en materia de lectura durante la presidencia de Sari Bermúdez, sí se han detectado asuntos de atención inmediata como una "baja sensible" en la promoción de los títulos de la DGP, "y en eso vamos a redoblar esfuerzos al 500 por ciento".
También, aunque se conservan los planes de coedición con editoriales privadas, se prevé un cambio sustancial. "Hasta ahora 73 por ciento de las publicaciones se realizaban en coedición y 27 por ciento eran ediciones propias. La intención es equilibrar esto y que este año la proporción sea de 65 por ciento en coediciones y 35 por ciento en ediciones propias". El catálogo de la DGP está integrado por 4 mil títulos, de los cuales al menos 3 mil 100 se mantienen vivos.
Otro de los problemas que se enfrenta en materia de promoción de la lectura es la forma de medir el impacto real de estos programas entre la población. El año pasado se dieron a conocer los resultados de la flamante Encuesta Nacional de Lectura que se realizó en colaboración con otras instituciones: los mexicanos leen 2.9 libros al año, aunque esa cifra ha sido cuestionada, pues se toma en cuenta la lectura de los libros escolares y no sólo los de la "lectura espontánea o por placer".
Es necesario, continuó Herrasti, encontrar mecanismos de medición de lectura que, al final de cuentas, sólo se puede contabilizar a largo plazo. "Hasta el momento no se ha analizado la posibilidad de una nueva encuesta, pero es obvio que tendremos que seguir con este trabajo para tener una radiografía del panorama cultural mexicano".
El objetivo seguirá siendo acercar los libros a los lectores. Lo que los aleja de la lectura "es esa especie de porcenalización del libro. Se cree que el libro y el arte son para la punta de la pirámide, y esto sucede en todo el mundo. La tendencia ahora es desacralizar el libro, y eso no significa el que se vea como un elemento de valor reducido" sino que se afiance la idea de que los libros son para todos.
La intención era buena, pero estaba mal aplicada
José Angel Quintanilla, quien acaba de concluir su trabajo de tres años como presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, hace un balance de lo que representó Hacia un país de lectores para el sector.
"Me parece que la intención del programa era y es muy buena: lograr que en nuestro país el hábito de la lectura sea parte de la vida diaria. Entre más leemos más comprendemos por qué pasan las cosas, más herramientas tenemos para proponer cosas nuevas, para argumentar contra lo que no nos parece.
"El hecho de que uno de los soportes fundamentales del programa fueran las bibliotecas de aula permitió el sueño de muchos: que los niños tengan cerca los libros y por ello los programas de promoción de la lectura pueden tener alcances sustantivos."
Sin embargo, añadió, la forma en la que se aplicaron no era la adecuada para la industria editorial, porque "el valor que se nos estaba pagando a los editores que participamos estaba muy castigado, así aumentaron los costos pero los ingresos se mantuvieron en los mismos niveles".
Además, en lo inmediato no habrá resultados palpables, ya que todas estas iniciativas son a mediano y largo plazos; para que los programas funcionen deben atenderse otros aspectos, como el fortalecimiento en la distribución de libros, que es uno de los eslabones más débiles de la cadena productiva editorial en México, ya que sólo 6 por ciento de los municipios tienen librerías.
Ahora los niños y adolescentes acceden a los libros por los que les dan en las escuelas, pero "si queremos que sigan leyendo tendremos que establecer mecanismos para que sea mediante las bibliotecas municipales, las salas de lectura, los convenios con los distribuidores y libreros los que atiendan las zonas más amplias, para que puedan crearse librerías", y por ello ya se analizan programas como el que funciona en Francia, en el cual los editores, con aportes del Estado, apoyan la creación y profesionalización de las librerías.
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