El retorno de Homero

De Guillermo Sheridan. ®

Ya he comentado, contrito, el intrigante desdén que el mexicano promedio muestra hacia los libros, a partir de un estudio de la OCDE que mostraba que el compatriotaje lee un promedio de 2.8 libros al año y que el 40% no ha puesto jamás los pies en una librería.

Una reciente invitación de la SEP a discutir los problemas de la lectura en México me llevó a preguntarme si las abundantes iniciativas, heroicas algunas, para crear lectores; si las ferias de libros que se multiplican, servirán para algo más que consolar las buenas intenciones. El tema “la crisis de la lectura en México” es un tema que, quizás, ha sustituido al tema “la lectura en México”: discutir por qué no se lee ha generado una suerte de industria paralela, quizás más productiva que la de la lectura.

“Lo que este país necesita es ponerse a leer La Iliada”, le dijo famosamente José Vasconcelos al general Obregón. Qué ocurrencia conmovedora y extraña la de ese cerebro misionero y prodigioso, ese sistema de ideas fantásticas, soberbia prosa y militancias contradictorias que fue Vasconcelos, para quien la necesidad de “desanalfabetizar” a México y ponerlo a leer fue una “emergencia histórica”.

Al frente de la SEP, como es de todos sabido, puso manos a la obra y calculó una colección de cien títulos que habrían de servir para conducir a los mexicanos hacia la igualdad y la libertad. De la mano de –entre otros– Esquilo, Eurípides, Platón, Dante, Goethe y, desde luego, Homero, el mexicano accedería a la conciencia de pertenecer a la cultura de occidente.

Muchos, en 1921, se burlaron de la empresa y la consideraron utópica, poco práctica y hasta delirante. Quizás tenían razón, aunque… ¿no son acaso las causas imposibles las únicas que valen el esfuerzo? Vasconcelos tachó a sus críticos de “intelectualillos despechados” y tuvo que defenderse, y a su proyecto, denodadamente. (Otros proyectos editoriales de su invención, revistas culturales y lecturas para niños, corrieron con mejor suerte, claro, como puede leerse en el libro de 1989 de mi querido amigo Claude Fell, Los años del águila pp. 479 y ss.)

El proyecto de Vasconcelos se detuvo a poco de iniciar su camino, pero alcanzó 17 títulos. Años después, en El desastre, un tomo de sus fascinantes memorias, Vasconcelos resumiría el revés con estas palabras proféticas que quizás avisoraban a la futura dueña de la educación nacional: “Así fallan, oh Patria, los esfuerzos de tus hijos mejores, aplastados por la política que otorga mando a los imbéciles y malvados”.

La cosa es que aquellos legendarios “libros verdes” de Vasconcelos reviven hoy en una hermosa edición facsimilar, publicados por el Fondo de Cultura Económica, la UNAM y la SEP. Vasconcelos mandó tirar 25 mil ejemplares de cada uno de aquellos volúmenes. El tiraje de esta edición conmemorativa, pragmático y realista, es infinitamente menor.

En 1921, Vasconcelos quiso acercar a los mexicanos a Homero. Luego de 40 años de impartir clases y 30 de escribir libros no deja de divertirme que, para el 99.9% de mis compatriotas, Homero sea ya una figura icónica, cotidiana y necesaria. A condición, va sin decirlo, de que anteceda al apellido Simpson.

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Agradecemos a Berenice Cardeña que nos mandará este valioso texto en un correo electrónico.


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