La sorpresiva lluvia del sábado, no cabe duda, era para Agustín Monsreal. Tenía su nombre en mayúsculas. En su libro "Juguetería literaria" el escritor define a la lluvia como el "agua que cae del cielo de muchísimas maneras, tantas y tantas, que casi podría decirse que hay una para cada quien y una para cada circunstancia". Por eso decimos que la del sábado, en el marco del homenaje al maestro Monsreal, era única y exclusivamente para él.
Reunidos en el CECUNY de Mejorada, ahí donde alguna vez dragones y soldados, el aguacero fugaz fue el preámbulo de una llovizna cargada de evocaciones. Los Niños Cantores de Yucatán prepararon un regalo muy especial para el escritor homenajeado: seis canciones estupendamente interpretadas que inundaron de emoción el instante.
Poco antes de las seis de la tarde el maestro Agustín Monsreal arribó acompañado de su esposa Laura Barrientos y Luis Solís Vázquez, Director de la Biblioteca Manuel Cepeda Peraza. No estoy seguro si ya desde entonces las aisladas gotas de aquella llovizna eran recuerdos lejanos que caían desde algún cielo de la infancia del escritor, pero aquel niño que años atrás, chapoteando en la calle 78 del Barrio de Santiago se había cortado la pierna por accidente, ya estaba ahí tomando su lugar en la primera fila.
Llueven las dos primeras canciones: "El tuqueque" y "La muñeca fea", de Emilio Sojo. La voz conjunta de los Niños Cantores de Yucatán no es otra cosa que un tierno murmullo de inocencia y dedicación. Los dirige el profesor Gaspar Gamboa Sosa mientras que sobre el teclado la profesora Teresita Novelo Pavía hilvana las melodías.
Pienso en los años que me aventaja el maestro Monsreal, son cuarenta, los mismos que cumple como escritor. No imagino la infinidad de cosas que habrá vivido en cada uno de esos días, la cantidad de sueños, palabras, ficciones que de él han emanado. Quizá por eso hoy su paso es calmo y sereno como esos árboles de la plaza que dan tanta sombra y necesario oxígeno.
Y mientras, mientras la tierna llovizna de estos niños y niñas continúa con otra canción. El auditorio los aplaude, el homenajeado también, la emoción persiste. Lo mismo sucede cuando Justino Carrillo, Mirza Herrera (Mediadores de Salas de Lectura) y Jorge Cortés leen fragmentos de algunos cuentos de Monsreal que al público hacen reír.
Monsreal toma la palabra. Los niños cantores, atentos, escuchan. El escritor les habla sobre la felicidad, sobre la maravillosa edad de la infancia: "yo también fui niño", les dice. Y emprende un excelso discurso que reflejó en cada palabra la emoción contenida. Agustín Monsreal volvió a la infancia únicamente para reflexionar este presente. Hizo alusión al día en que chapoteando en su calle de Santiago se cortó la pierna y pensó que el mundo se acababa, que no recibía la atención necesaria.
Esa cortada a la distancia, admite, "ha sido lo mejor que he tenido". Es Monsreal hablando del amor y de la felicidad. Es el gran escritor afirmando que la literatura lo ha hecho útil y feliz. "La literatura ha sido una manera de ser, una manera de estar en el mundo". Es la lluvia con su inmensa sabiduría diciéndonos en cada gota, en cada cana, que la felicidad es un estado interior.
Vuelvo a la definición de lluvia: "se utiliza también como tema de conversación, como metáfora, como mero recurso de la imaginación, existe: la que forma charcos y regocija a los niños porque les permite salir a empaparse y a chapotear en las aceras…"
Definitivamente la del sábado era de Agustín.Reunidos en el CECUNY de Mejorada, ahí donde alguna vez dragones y soldados, el aguacero fugaz fue el preámbulo de una llovizna cargada de evocaciones. Los Niños Cantores de Yucatán prepararon un regalo muy especial para el escritor homenajeado: seis canciones estupendamente interpretadas que inundaron de emoción el instante.
Poco antes de las seis de la tarde el maestro Agustín Monsreal arribó acompañado de su esposa Laura Barrientos y Luis Solís Vázquez, Director de la Biblioteca Manuel Cepeda Peraza. No estoy seguro si ya desde entonces las aisladas gotas de aquella llovizna eran recuerdos lejanos que caían desde algún cielo de la infancia del escritor, pero aquel niño que años atrás, chapoteando en la calle 78 del Barrio de Santiago se había cortado la pierna por accidente, ya estaba ahí tomando su lugar en la primera fila.
Llueven las dos primeras canciones: "El tuqueque" y "La muñeca fea", de Emilio Sojo. La voz conjunta de los Niños Cantores de Yucatán no es otra cosa que un tierno murmullo de inocencia y dedicación. Los dirige el profesor Gaspar Gamboa Sosa mientras que sobre el teclado la profesora Teresita Novelo Pavía hilvana las melodías.
Pienso en los años que me aventaja el maestro Monsreal, son cuarenta, los mismos que cumple como escritor. No imagino la infinidad de cosas que habrá vivido en cada uno de esos días, la cantidad de sueños, palabras, ficciones que de él han emanado. Quizá por eso hoy su paso es calmo y sereno como esos árboles de la plaza que dan tanta sombra y necesario oxígeno.
Y mientras, mientras la tierna llovizna de estos niños y niñas continúa con otra canción. El auditorio los aplaude, el homenajeado también, la emoción persiste. Lo mismo sucede cuando Justino Carrillo, Mirza Herrera (Mediadores de Salas de Lectura) y Jorge Cortés leen fragmentos de algunos cuentos de Monsreal que al público hacen reír.
Monsreal toma la palabra. Los niños cantores, atentos, escuchan. El escritor les habla sobre la felicidad, sobre la maravillosa edad de la infancia: "yo también fui niño", les dice. Y emprende un excelso discurso que reflejó en cada palabra la emoción contenida. Agustín Monsreal volvió a la infancia únicamente para reflexionar este presente. Hizo alusión al día en que chapoteando en su calle de Santiago se cortó la pierna y pensó que el mundo se acababa, que no recibía la atención necesaria.
Esa cortada a la distancia, admite, "ha sido lo mejor que he tenido". Es Monsreal hablando del amor y de la felicidad. Es el gran escritor afirmando que la literatura lo ha hecho útil y feliz. "La literatura ha sido una manera de ser, una manera de estar en el mundo". Es la lluvia con su inmensa sabiduría diciéndonos en cada gota, en cada cana, que la felicidad es un estado interior.
Vuelvo a la definición de lluvia: "se utiliza también como tema de conversación, como metáfora, como mero recurso de la imaginación, existe: la que forma charcos y regocija a los niños porque les permite salir a empaparse y a chapotear en las aceras…"
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