Por Armando Pacheco
Aún puedo imaginar el seno derecho de Alma y al tipo cojo que vendía frutas y nueces, y que en un día de borrachera, luego de la compañía con las mejores prostitutas bostonianas, fue asesinado por el Estrangulador de Boston. Todavía puedo cerrar los ojos y figurarme el cuadro de Danae de Klimt: ese seno izquierdo de Danae, un planeta de mármol caliente, Danae amada por Zeus, transformado en lluvia de oro, pero ensimismada, la sexualidad femenina autosuficiente tal como exaltaba y angustiaba a Klimt. Y es que cuando se lee El Estrangulador de Manuel Vázquez Montalbán, las palabras en su conjunto mutan en cuadros, imágenes; espacios contemplativos que si uno cierra por un instante los ojos, puede transportarse a la atmósfera descrita por el autor.
Dejando atrás al famoso detective Pepe Carvalho, el escritor de La Rosa de Alejandría, nos crea una historia cuyo personaje está en un manicomio penitenciario, condenado a cadena perpetua y visitado –según el mismo Estrangulador de Boston- por psiquiatras que no dan la talla para con él. Albert Cerrato se autonombra el Estrangulador de Boston, declarándose como el responsable de una serie de asesinatos y cuyas descripciones de los personajes tomados como víctimas, hechas por el mismo psicópata, denotan la perversidad, voyeurismo y la inestabilidad mental de éste, mas no se llega a concretar la locura absoluta. Sin embargo, todas las pistas, argumentos y recreaciones verbales de Cerrato, quien también se autonombra como Albert DeSalvo: El estrangulador de Boston, de la raza de los mejores estranguladores de Boston, a lo largo de la narración se empiezan a desvanecer, lo que hace dudar al lector si en realidad es quien cometió los crímenes referidos en el relato o si acaso existieron éstos.
La novela se divide en dos partes: “Retrato del Estrangulador adolescente”, título adoptado probablemente de la obra semiautobiográfica de James Joyce, “Retrato de un artista adolescente”, y “Retrato del estrangulador seriamente enfermo”, tal vez haciendo referencia al poeta español Jaime Gil Biedma y su libro de memorias “El diario de un artista seriamente enfermo”. En el primer apartado, conformado por 25 episodios, el personaje central utiliza un lenguaje bravo, grosero, acaso satírico y grotesco al referirse a los estrangulados por él; una actitud de misoginia se desata en la personalidad de Albert Cerrato, un odio hacia la humanidad misma, hacia los psiquiatras, de todos y cada uno de los individuos conocidos por él, e incluso detesta a sus padres. Crítico de su propia historia se echa contra el mundo, citando a diversos filósofos como Ortega y Gasset, Karl Marx, Heggel, Foucault, Nietzsche, entre otros tantos. No tiene postura política alguna pero vocifera contra el Presidente del Partido Comunista de Boston a quien supuestamente mata. Su unión con una prostituta, su relación con una maestra de griego clásico y una de francés nos invita a pensar en un ser que desprecia a la mujer, no así el deseo de fornicar. Alma se convierte en su constante obsesión por la hermosura del pecho del lado derecho y sus curvas. En la primera parte del libro no hay duda que se trata de un psicópata estrangulador, de un sujeto inteligente que desprecia el orbe que le ha tocado vivir desde la infancia y que aborrece recordar que su madre destacaba su sonrisa de niño. Con relación al estilo narrativo, Manuel Vázquez Montalbán nos ofrece una especie de ensayo literario predominante y hecho a través del personaje, sin embargo, la característica de novela se conserva en todo momento; existe una relación intrínseca en la historia a través de los episodios o capítulos.
La segunda parte del libro abre otra posibilidad de interpretación para el lector. Aquí el acusado a cadena perpetua es más mesurado en su lenguaje y acepta a un psiquiatra lacaniano argentino para su tratamiento. Le han creado una familia: una esposa y tres hijos. Durante la narración, el supuesto Estrangulador de Boston empieza a recibir visitas de las personas a las que él, supuestamente había matado, lo que hace dudar al lector de lo descrito en el primer apartado del libro. Se nos revela que la condena surgió por el asesinato de sus padres y de una vecina de los apartamentos donde vivía de adolescente. Anexado a los 14 episodios que comprenden esta segunda parte, hay un informe del perfil psicológico de Albert Carreto donde se empiezan a abrir algunas dudas que el lector pudo haber tenido en los anteriores capítulos, sin embargo, una especie de epílogo nos hace dudar si el informe fue escrito por el psiquiatra lacaniano argentino o por el mismo Carreto, o si acaso existió el primero.
Una novela sin duda inquietante y compleja, con un lenguaje que denota el conocimiento de Manuel Vázquez Montalbán en diversas disciplinas del arte, la cultura, política, psicología y sobre todo de la literatura; incluye en “El Estrangulador”, poemas de su autoría, canciones del folclore argentino y un fragmento de Aullido, de Alen Ginsberg. Reconocida por la crítica literaria como una de las mejores novelas escritas en lengua castellana “El Estrangulador”, antecesora a otra gran obra del escritor español, Quinteto de Buenos Aires, sumerge al lector de inicio a fin, se mete al subconsciente y hace reflexionar del tiempo contemporáneo, no importando que los personajes reales –Hillary Clinton o Juan Pablo II, entre otros- ya hayan pasado a la historia.
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