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José Refugio Reyes Rivas*
Facsimilar.
Facsimilar.
El valle, cuando era nuestro, cuando pensábamos que nadie mas acecharía este pedazo de paraíso.
Fue invadido por barbados extraños que hubieron que vérselas con nuestro enojo. Se dieron cuenta que no eramos ningunos cobardes. No nos inmutábamos ante nada. Solo el poder del hierro, de las armas superiores a las nuestras, pudieron doblegar nuestro animo, mas no nuestro orgullo que facturamos caro. En la convivencia con los desconocidos.
El tiempo nos obligó a soportarnos y vimos intercambios de nuestras visiones del mundo. Sus dioses no eran como los nuestros pero sus dioses y nuestros dioses vivían en el mismo sitio, allá en el tropus uranus y nosotros acá limando asperezas, a veces tornándolas filosas; continuábamos nuestro proceso, Nerúda, nos explica: “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”.
Aquí en el valle, las aguas corriendo entre piedras, tenían guardado un nombre, el de la Ciudad de las rosas, la perla de occidente, la perla tapatía. Esta ciudad que siendo tan bella, pasando por tiempos difíciles sufre hoy ojerosa y pintada. Con los calificativos mas locuaces que ensalzan su hospitalidad. Con sus aguas que corren al norte. Otrora azules, risueñas, como cascabeles dando saltos cada vez mas valientes hasta el mayor, que después de horas de caudalosa vía, también otrora, llegaran a San Blas, al inmenso océano.
Fue invadido por barbados extraños que hubieron que vérselas con nuestro enojo. Se dieron cuenta que no eramos ningunos cobardes. No nos inmutábamos ante nada. Solo el poder del hierro, de las armas superiores a las nuestras, pudieron doblegar nuestro animo, mas no nuestro orgullo que facturamos caro. En la convivencia con los desconocidos.
El tiempo nos obligó a soportarnos y vimos intercambios de nuestras visiones del mundo. Sus dioses no eran como los nuestros pero sus dioses y nuestros dioses vivían en el mismo sitio, allá en el tropus uranus y nosotros acá limando asperezas, a veces tornándolas filosas; continuábamos nuestro proceso, Nerúda, nos explica: “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”.
Aquí en el valle, las aguas corriendo entre piedras, tenían guardado un nombre, el de la Ciudad de las rosas, la perla de occidente, la perla tapatía. Esta ciudad que siendo tan bella, pasando por tiempos difíciles sufre hoy ojerosa y pintada. Con los calificativos mas locuaces que ensalzan su hospitalidad. Con sus aguas que corren al norte. Otrora azules, risueñas, como cascabeles dando saltos cada vez mas valientes hasta el mayor, que después de horas de caudalosa vía, también otrora, llegaran a San Blas, al inmenso océano.
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*Medico anestesiologo. Desde hace 17 años se dedica al manejo del dolor y cuidados paliativos, en una Institución de salud en Zapopan, Jalisco. Promotor de Lectura desde hace algunos años, para el Programa Nacional de Salas de Lectura, aunque en realidad siempre lo ha sido. Eventualmente escribe poesía y otros textos como este.
2 comentarios:
Me gusto, no dejes de escribir...
Bien por tu escrito, creo que después de más de 500 años nuestra herida no cierra, el dolor que causa nos sigue recordando que hay que continuar trabajando por la dignidad y el respeto de los legítimos propietarios de este continente, que el mundo tiene otras posibilidades y que la visión de los que se creyeron omnipotentes hoy declara su cruda realidad...nuestro planeta llora lo mucho que se le ha lastimado y el hombre añora poder vivir de acuerdo a la cosmovisión de nuestros primeros abuelos...aquella que respetaba a la madre naturaleza y a todo lo que ella prodigaba, habrían ríos cristalinos, habrían animales retozando en los campos y que ahora ya han sido extinguidos...
Las palabras nos permiten dar a conocer nuestros sentires y nuestros sueños hagamos uso de ellas para decir queremos un mundo en donde hayan otros mundos posibles, no solo uno en donde una visión prevalezca y las demás queden excluídas.
Un saludo...Candy May de Valladolid Sala de Lectura 31024 "Koox Xooc"
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