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En las lenguas románicas, grupo al que pertenece el español, existen dos términos que designan el concepto de libro u otros relacionados con él. Por un lado, existe la raíz biblio-, procedente del griego biblos, que designaba originalmente el material vegetal utilizado en la antigüedad como soporte para la literatura escrita, y que se emplea para formar palabras compuestas, como biblioteca o bibliofilia. Por otro lado, existe también la palabra libro, que procede del latín líber, referida también al material vegetal del que se confeccionaban los libros, y que se utiliza bien como término aislado o bien para formar otras palabras, como, por ejemplo, librería. La palabra libro se aplica, por extensión, a los rollos utilizados en la antigüedad y, con ella se denomina también a ciertos conjuntos de obras, como el Libro de los muertos egipcio o a las divisiones internas de una obra, de modo que se puede hablar de los distintos libros de la Biblia o de los libros que conforman la Eneida de Virgilio. Los libros, como objetos portátiles y relativamente duraderos, han ayudado a preservar y difundir el conocimiento y los sentimientos de sus autores a través de vastas extensiones de espacio y tiempo, hasta el punto de que se puede decir con toda razón que la civilización actual no habría sido posible sin su existencia.
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